El cabo de Muxía será desde mañana el punto de despedida del astro rey en la Europa continental
S. G. R. / JORGE MIRA
carballo / la Voz de Galicia
Desde hace una eternidad, la línea de sombra que día a día va marcando el sol sobre el planeta toca tierra por última vez en la Europa continental en el Cabo de Touriñán algunas veces. Hace unos cuatro años, una serie de cálculos permitieron arrojar luz sobre cuándo ocurre eso. Además de la curiosidad científica y geográfica que ello supone, es un atractivo turístico y poco a poco va ganando adeptos que acuden a despedir al astro rey al punto más occidental de la España peninsular.
No tantos, desde luego, como quienes acuden al Cabo Fisterra, donde, al margen del accidente geográfico, influyen poderosas razones culturales e históricas para contemplar las puestas.
Touriñán recobrará mañana martes, equinoccio de primavera y comienzo de la estación que durará hasta la madrugada del 21 de junio, ese privilegiado balcón al finis solis, y lo hará de manera ininterrumpida hasta el 25 de abril. Del 13 de agosto al 22 de septiembre ocurrirá lo mismo. Los espectadores que quieran verlo deberán acercarse a entorno del faro un poco antes de las 19.46 horas, y cada vez más tarde, a medida que avancen las semanas hasta que llegue el verano.
Toma el relevo del Cabo da Roca, en Portugal, y después se lo entregará al cabo Vardetangen, en Noruega. Supera al de la Nave, en Fisterra, por un suspiro, un parpadeo, el que permiten los siete segundos de arco de diferencia de trozo de piedra sobre el océano. La punta de Muxía, famosa sobre todo por una piscifactoría que no tiene, está situada a 9 grados, 17 minutos y 53 segundos de longitud oeste.
La fina línea del ocaso que separa el día de la noche, y que tanto juego ha dado en esas hermosas imágenes de la Tierra tomadas desde el espacio que llevan años rotando por los correos electrónicos, coincide con los meridianos solo en los días de equinoccio, precisamente como el de mañana. Y justo desde entonces, esa línea comienza a caer hacia Escandinavia. En otras palabras: se tuerce porque por el norte se inclina hacia el sol y por el sur se aleja de él.
Quienes visiten la zona, además de disfrutar de la simbólica última luz del día, podrán hacerlo con otro espectáculo celestial (que obviamente se puede ver desde cualquier otro lugar): la conjunción de Venus y Júpiter, la proximidad aparente entre ambos planetas que se produce de manera regular. Más o menos, cada año y medio, pero las próximas coincidirán por el día y hasta el 2015 no volverán a brillar en la noche norteña. ¿Cómo distinguirlos? Fácil: solo hay que mirar un poco más arriba del lugar del ocaso. Venus, más cercano a la Tierra, es el que reluce más (cuando ya es de noche).
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